A veces el silencio habla por ti.
Hay cosas que no entendemos. Quizá nunca lleguemos a hacerlo.
Soy de una piedra tan dura que cuando la tiras contra el suelo se hace mil pedazos.
No quiero ser la misma.
Nunca he querido serlo.
Somos a veces el vuelo de un pájaro, otras su caída. Que a ti te da lo mismo y a mi ya no me importa.
A veces el silencio habla por ti.
Hay cosas que no entendemos. Quizá nunca lleguemos a hacerlo.
Soy de una piedra tan dura que cuando la tiras contra el suelo se hace mil pedazos.
No quiero ser la misma.
Nunca he querido serlo.
Como uña y carne.
Ahora entiendo porque no y porque si.
No se cuanto pero mi pecho me lo sigue diciendo y no seré yo la que lo contradiga.
Tengo muchos recuerdos intentando salir por la garganta. Y entiendo el problema.
No podrá ser ni parecido. Era un tornado, ahora un brisa marina acobardada.
Quizá yo era la uña y la carne a la vez, no se, pero era muy yo o eso recuerdo.
En los aviones me entran ganas de llorar.
No se aun como se pide perdón.
No se aun como no he entendido que lo que necesito es alejarme.
En las vueltas siempre me quiero quedar de donde vengo.
Y así me pasa en la vida.
Como se pide una oportunidad para ti misma.
Como se viaja sin ser piloto.
Cuando voy a ser lo que llevo dentro.
No entiendo porque me busco en los lugares a los que nunca debería volver.
No se porque voy a los sitios a los que aun no se si quiero pertenecer.
Vivimos a medias.
Como siempre en un mar revuelto a la deriva.
A veces simplemente somos polvo de estrellas...volando entre un viento atronador.
El tornado empieza cuando menos lo esperas te arranca los planes de vida y la vida.
A veces dejas ángeles, otras amores, a veces lo dejas todo y nadie entiende porque.
Nadie se imagina que va a pasar, no puede ser...hasta que es.
Donde siempre han estado dejan de estar y todo te parece mentira, color ocre, miedo, ganas partidas en dos.
Y no sabes porque ocurren pero ocurren.
Y no hay.
Tienes unos pajaritos color canela en el pecho.
Solían cantar, revolotear.
Se unían a la tormenta siempre que la veías los dientes después de una sonora carcajada, no lo podías evitar y todo estaba en paz.
Te fueron cantando despacio que querían volar a su alrededor, que querían saltar con ella, vivir con ella, sentir con ella.
Les mandabas callar de vez en cuando y te enfadaba escuchar cada vez más fuerte sus cánticos...hasta que un día tú también la miraste a los ojos.
Paz.
Entendiste todas las canciones, todos los saltos, todos los cambios.
Y empezaste a ser un pájaro más abriendo las alas para ayudarla a volar.