Tienes unos pajaritos color canela en el pecho.
Solían cantar, revolotear.
Se unían a la tormenta siempre que la veías los dientes después de una sonora carcajada, no lo podías evitar y todo estaba en paz.
Te fueron cantando despacio que querían volar a su alrededor, que querían saltar con ella, vivir con ella, sentir con ella.
Les mandabas callar de vez en cuando y te enfadaba escuchar cada vez más fuerte sus cánticos...hasta que un día tú también la miraste a los ojos.
Paz.
Entendiste todas las canciones, todos los saltos, todos los cambios.
Y empezaste a ser un pájaro más abriendo las alas para ayudarla a volar.
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