Hay flores que crecen, cambian y pierden sus pinchos, algo tarde quizá para la persona que las cuidaba y las regaba, pero nunca es tarde para la flor.
Sabes el mimo, el agua y las ganas que le pones y que como flor rebelde se empeña en no florecer. A veces somos así, hojas movidas por el viento que no son capaz de echar raíces.
Hasta que te empiezas a ir del camino, sabes que si no te vas, no va a funcionar, sabes que todo lo que estás haciendo por esa florecita los intento porque florezca cada mañana de primavera no comienzan nunca. Hasta que la flor deja de verte y se alza en tu búsqueda hasta donde siempre habías querido, aunque ya estés lejos y no puedas verla, lograste que floreciera.
A veces hacemos cosas por las personas sin darnos cuenta, a veces muy a consciencia. A veces nos tenemos que sentir orgullosos en la distancia y aún así es bonito.
Porque llenar el mundo de florecitas preciosas aunque no seas tú el que disfruta de sus colores, es el acto de amor más bello que existe.