Por tu pelo desenfadado me descuelgo como un suicida.
Sin miedo a morirme en tus pestañas y a dormir en la comisura de tus labios.
Aunque no me dejes columpiarme en tus sueños ni desordenarte la vida, estoy entrando en la habitación que tienes en el centro del pecho a pasitos y sin hacer ruido.
Quiero ver tus ojos entremezclados con la hojarasca de todos los bosques a los que te quiero llevar.
Me sobra el tiempo
y las ganas.
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