De qué nos sirve sentir si el daño llegará en cualquier momento, es como vivir sabiendo que vamos a morir. ¿Y por qué le tenemos tanto miedo a morir? por la misma razón que nos da miedo enamorarnos. Porque el dolor llegará repentinamente, en cualquier instante, del modo más inesperado. Al igual que las despedidas. Porque un día puedes llegar a tocar las nubes con una persona pero al día siguiente se jodió todo y nunca volviste a saber de esa persona.
Porque la vida no es un juego en el que podemos reiniciar y olvidar, hay que caminar a cuestas con todas esas cicatrices e incluso heridas abiertas, de esas que tocas un poco y vuelven a sangrar.
Todo es fugaz, todo termina y la vida acaba siendo pasos en falso de los que aprendemos cayendo y levantándonos, pero repitiendo errores. Y al salir del pozo sólo hay más mierda, y es entonces cuando piensas que ya qué más da si quedarse dentro o fuera.
El sufrimiento llega igual.
Pero después te das cuenta de que es mejor retorcerse de tristeza, que no sentir nada. Porque el vacío no es bonito, ni tampoco la pena, pero puestos a elegir, es mejor un corazón roto que se pueda coser, a un corazón de piedra, que nadie es capaz de mover. Es como los niños, que desean con todas sus ganas ser mayores, para ser libres, sin llegar a darse cuenta de que la mayor libertad está en ellos, porque con los años vamos llenándonos de ataduras, de esposas que nos encierran en una absurda vida monótona, aburrida.
Y en fin, es hora de sudar de los límites en las caídas y sentir, por mucho que duela, pero sentir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario